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Conmemoración 100 años de la partida al cielo de San Francisco Marto
- 4 abril, 2019
- Posted by: Mision Fatima
- Category: Noticias
En Aljustrel, pequeño pueblo situado a unos ochocientos metros de Fátima, Portugal, nacieron los pastorcitos que vieron a la Virgen María.
Francisco y Jacinta, hijos de Manuel Pedro Marto y de Olimpia de Jesús Marto.También nació allí la mayor de los videntes, Lucía, de la que hablaremos mas tarde.
*Francisco nació el día 11 de junio, de 1908.
*Falleció el 4 de Abril 1919
Fiesta litúrgica 20 de Febrero
Desde muy temprana edad, Jacinta y Francisco aprendieron a cuidarse de las malas relaciones, y por tanto preferían la compañía de Lucía, prima de ellos, quien les hablaba de Jesucristo. Los tres pasaban el día juntos, cuidando de las ovejas, rezando y jugando.
Entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917, a Jacinta, Francisco y Lucía, les fue concedido el privilegio de ver a la Virgen María en el Cova de Iría. A partir de está experiencia sobrenatural, los tres se vieron cada vez más inflamados por el amor de Dios y de las almas, que llegaron a tener una sola aspiración: rezar y sufrir de acuerdo con la petición de la Virgen María. Si fue extraordinaria la medida de la benevolencia divina para con ellos, extraordinario fue también la manera como ellos quisieron corresponder a la gracia divina.
Los niños no se limitaron únicamente a ser mensajeros del anuncio de la penitencia y de la oración, sino que dedicaron todas sus fuerzas para ser de sus vidas un anuncio, mas con sus obras que con sus palabras. Durante las apariciones, soportaron con espíritu inalterable y con admirable fortaleza las calumnias, las malas interpretaciones, las injurias, las persecuciones y hasta algunos días de prisión. Durante aquel momento tan angustioso en que fue amenazado de muerte por las autoridades de gobierno si no declaraban falsas las apariciones, Francisco se mantuvo firme por no traicionar a la Virgen, infundiendo este valor a su prima y a su hermana. Cuantas veces les amenazaban con la muerte ellos respondían: “Si nos matan no importa; vamos al cielo.” Por su parte, cuando a Jacinta se la llevaban supuestamente para matarla, con espíritu de mártir, les indicó a sus compañeros, “No se preocupen, no les diré nada; prefiero morir antes que eso.”
Francisco era de carácter dócil y condescendiente. Le gustaba pasar el tiempo ayudando al necesitado. Todos lo reconocían como un muchacho sincero, justo, obediente y diligente.
Las palabras del Ángel en su tercera aparición: “Consolad a vuestro Dios”, hicieron profunda impresión en el alma del pequeño pastorcito.
El deseaba consolar a Nuestro Señor y a la Virgen, que le había parecido estaban tan tristes.
En su enfermedad, Francisco confió a su prima: “¿Nuestro Señor aún estará triste? Tengo tanta pena de que El este así. Le ofrezco cuanto sacrificio yo puedo.”
En la víspera de su muerte se confesó y comulgó con los más santos sentimientos. Después de 5 meses de casi continuo sufrimiento, el 4 de abril de 1919, primer viernes, a las 10:00 a.m., murió santamente el consolador de Jesús.
Jacinta y Francisco siguieron su vida normal después de las apariciones. Lucia empezó a ir a la escuela tal como la Virgen se lo había pedido, y Jacinta y Francisco iban también para acompañarla. Cuando llegaban al colegio, pasaban primero por la Iglesia para saludar al Señor. Mas cuando era tiempo de empezar las clases, Francisco, conociendo que no habría de vivir mucho en la tierra, le decía a Lucia, “Vayan ustedes al colegio, yo me quedaré aquí con Jesús Escondido. ¿Qué provecho me hará aprender a leer si pronto estaré en el Cielo?” Dicho esto, Francisco se iba tan cerca como era posible del Tabernáculo.
Cuando Lucia y Jacinta regresaban por la tarde, encontraban a Francisco en el mismo lugar, en profunda oración y adoración.
De los tres niños, Francisco era el contemplativo y fue tal vez el que más se distinguió en su amor reparador a Jesús en la Eucaristía. Después de la comunión recibida de manos del Ángel, decía: “Yo sentía que Dios estaba en mi pero no sabía cómo era.” En su vida se resalta la verdadera y apropiada devoción católica a los ángeles, a los santos y a María Santísima. Él quedó asombrado por la belleza y la bondad del ángel y de la Madre de Dios, pero él no se quedó ahí. Ello lo llevó a encontrarse con Jesús. Francisco quería ante todo consolar a Dios, tan ofendido por los pecados de la humanidad. Durante las apariciones, era esto lo que impresionó al joven.
Mas que nada Francisco quería ofrecer su vida para aliviar al Señor quien el había visto tan triste, tan ofendido. Incluso, sus ansias de ir al cielo fueron motivadas únicamente por el deseo de poder mejor consolar a Dios. Con firme propósito de hacer aquello que agradase a Dios, evitaba cualquier especie de pecado y con siete años de edad, comenzó a aproximarse, frecuentemente al Sacramento de la Penitencia.
Una vez Lucia le preguntó, “Francisco, ¿qué prefieres más, consolar al Señor o convertir a los pecadores?” Y el respondió: “Yo prefiero consolar al Señor. ¿No viste que triste estaba Nuestra Señora cuando nos dijo que los hombres no deben ofender mas al Señor, que está ya tan ofendido? A mi me gustaría consolar al Señor y después, convertir a los pecadores para que ellos no ofendan mas al Señor.” Y siguió, “Pronto estaré en el cielo. Y cuando llegue, voy a consolar mucho a Nuestro Señor y a Nuestra Señora.”
Tenía un gran deseo de recibir a Jesús en la Santa Comunión. Nada le atraía mas que el pasar tiempo en la Presencia Real de Jesús Eucarístico. Decía con frecuencia, “Cuánto amo el estar aquí, es tanto lo que le tengo que decir a Jesús.”
Desde la primera aparición, los niños buscaban como multiplicar sus mortificaciones.
No se cansaban de buscar nuevas maneras de ofrecer sacrificios por los pecadores. Un día, poco después de la cuarta aparición, mientras que caminaban, Jacinta encontró una cuerda y propuso el ceñir la cuerda a la cintura como sacrificio. Estando de acuerdo, cortaron la cuerda en tres pedazos y se la ataron a la cintura sobre la carne. Lucia cuenta después que este fue un sacrificio que los hacia sufrir terriblemente, tanto así que Jacinta apenas podía contener las lágrimas. Pero si se le hablaba de quitársela, respondía enseguida que de ninguna manera pues esto servía para la conversión de muchos pecadores. Al principio llevaban la cuerda de día y de noche pero en una aparición, la Virgen les dijo: “Nuestro Señor está muy contento de vuestros sacrificios pero no quiere que durmáis con la cuerda. Llevarla solamente durante el día.” Ellos obedecieron y con mayor fervor perseveraron en esta dura penitencia, pues sabían que agradaban a Dios y a la Virgen. Francisco y Jacinta llevaron la cuerda hasta en la última enfermedad, durante la cual aparecía manchada en sangre.
La Virgen María no dejaba de escuchar los ferviente súplicas de estos niños, respondiéndoles a menudo de manera visiblemente. Tanto Francisco como Jacinta fueron testigos de hechos extraordinarios:
En un pueblo vecino, a una familia le había caído la desgracia del arresto de un hijo por una denuncia que le llevaría a la cárcel si no demostrase su inocencia. Sus padres, afligidísimos, mandaron a Teresa, la hermana mayor de Lucia, para que le suplicara a los niños que les obtuvieran de la Virgen la liberación de su hijo. Lucía, al ir a la escuela, contó a sus primos lo sucedido. Dijo Francisco, “Vosotras vais a la escuela y yo me quedaré aquí con Jesús para pedirle esta gracia.” En la tarde Francisco le dice a Lucia, “Puedes decirle a Teresa que haga saber que dentro de pocos días el muchacho estará en casa.” En efecto, el 13 del mes siguiente, el joven se encontraba de nuevo en casa.
Ciertamente que los prodigiosos acontecimientos de los que estos niños fueron protagonistas hicieron que todo el mundo se volvieran hacia ellos, pero ellos se mantenían sencillos y humildes. Cuanto mas buscados eran por la gente, tanto mas procuraban ocultarse.
Un día que se dirigían tranquilamente hacia la carretera, vieron que se paraba un gran auto delante de ellos con un grupo de señoras y señores, elegantemente vestidos. “Mira, vendrán a visitarnos…” empezó Francisco. “¿Nos vamos?” pregunta Jacinta. “Imposible sin que lo noten,” responde Lucía: “Sigamos andando y veréis cómo no nos conocen.” Pero los visitantes los paran: “¿Sois de Aljustrel?” “Si, señores” responde Lucia. “¿Conocéis a los tres pastores a los cuales se les ha aparecido la Virgen?” “Si los conocemos” “¿Sabrías decirnos dónde viven?” “Tomen ustedes este camino y allí abajo tuerzan hacia la izquierda” les contesta Lucía, describiéndoles sus casas. Los visitantes marcharon, dándoles las gracias y ellos contentos, corrieron a esconderse.
Ciertamente, Francisco y Jacinta fueron muy dóciles a los preceptos del Señor y a las palabras de la Santísima Virgen María. Progresaron constantemente en el camino de la santidad y, en breve tiempo, alcanzaron una gran y sólida perfección cristiana. Al saber por la Virgen María que sus vidas iban a ser breves, pasaban los días en ardiente expectativa de entrar en el cielo. Y de hecho, su espera no se prolongó.
El 23 de diciembre de 1918, Francisco y Jacinta cayeron gravemente enfermos por la terrible epidemia de bronco-neumonía. Pero a pesar de que se encontraban enfermos, no disminuyeron en nada el fervor en hacer sacrificios.
Hacia el final de febrero de 1919, Francisco desmejoró visiblemente y del lecho en que se vio postrado no volvió a levantarse. Sufrió con íntima alegría su enfermedad y sus grandísimos dolores, en sacrificio a Dios. Como Lucía le preguntaba si sufría. Respondía: “Bastante, pero no me importa. Sufro para consolar a Nuestro Señor y en breve iré al cielo.”
El día 2 de abril, su estado era tal que se creyó conveniente llamar al párroco. No había hecho todavía la Primera Comunión y temía no poder recibir al Señor antes de morir. Habiéndose confesado en la tarde, quiso guardar ayuno hasta recibir la comunión. El siguiente día, recibió la comunión con gran lucidez de espíritu y piedad, y apenas hubo salido el sacerdote cuando preguntó a su madre si no podía recibir al Señor nuevamente. Después de esto, pidió perdón a todos por cualquier disgusto que les hubiese ocasionado. A Lucia y Jacinta les añadió: “Yo me voy al Paraíso; pero desde allí pediré mucho a Jesús y a la Virgen para que os lleve también pronto allá arriba.” Al día siguiente, el 4 de abril, con una sonrisa angelical, sin agonía, sin un gemido, expiró dulcemente. No tenía aún once años.
El Papa San Juan Pablo II beatificó el 13 de Mayo del año 2000 a Francisco y Jacinta Marto en el Santuario de Fátima, Portugal.
Milagro por el cual Francisco y Jacinta fueron canonizados.
Los padres de Lucas, el niño brasileño sanado milagrosamente por intercesión de Jacinta y Francisco, los dos pastorcitos de Fátima que serán canonizados por el Papa Francisco el próximo sábado 13 de mayo, no pudieron evitar las lágrimas al recordar cómo Dios salvó a su hijo de la muerte.
“El 3 de marzo de 2013, antes de las 20:00 horas, nuestro hijo Lucas, que estaba jugando con su hermanita Eduarda, se cayó de una ventana desde una altura de 6,50 metros. Tenía 5 años de edad”, relató João Batista, padre del niño, quien junto a su esposa Lucila Yurie contaron, en conferencia de prensa en el Santuario de Fátima, lo acontecido en su familia.
Aquel día “se golpeó la cabeza en el suelo y se hizo una herida muy grave que le produjo una pérdida del tejido cerebral”, por lo que comenzó a debatirse entre la vida y la muerte.
El padre de Lucas explicó que “fue asistido en nuestra ciudad, Juranda, y dada la gravedad de su estado, fue trasladado al hospital de Campo Mourao, Paraná” durante un trayecto que “duró casi una hora”.
“Cuando llegamos, Lucas se encontraba en estado de coma muy grave. Tuvo dos paros cardíacos y fue operado de urgencia”. Ante esta situación, “los médicos indicaron que tenía pocas posibilidades de sobrevivir”, añadió emocionado João Batista.
Fue en ese momento cuando “empezamos a orar a Jesús y a Nuestra Señora de Fátima, a la cual tenemos gran devoción”.
“Al día siguiente llamamos al convento del Carmelo de Campo Mourao para pedir a las hermanas que oraran por el niño. La hermana que respondió la llamada no pasó el recado a la comunidad” puesto que “estaban en la hora de silencio y pensó: ‘El niño va a morir. Voy a orar por la familia’”.
“Los días pasaban y Lucas empeoraba. El 6 de marzo los médicos pensaron en trasladarlo a otro hospital, ya que donde estaba no tenía los cuidados necesarios para su edad”.
“Nos dijeron que las posibilidades de que el niño sobreviviera eran bajas y que si lo hacía tendría una recuperación muy lenta” y también tendría que hacer frente “a discapacidades cognitivas graves o que incluso podría quedar en estado vegetal”.
João Batista relató que el séptimo día “volvimos a llamar al convento”. “Ese día la hermana transmitió el mensaje a la comunidad. Una de ellas corrió hacia las reliquias del Beato Francisco y Jacinta, que estaban delante del tabernáculo, y sintió el impulso de rezar la siguiente oración: ‘Pastores, salvad a este niño, que es un niño como vosotros’”, y “se las arregló para convencer a toda la comunidad de orar para que los pastores intercediesen por él”.
“Así lo hicieron”, continuó el padre del niño curado milagrosamente. “De la misma manera, todos nosotros, la familia, comenzamos a rezar a los Pastorcitos, y dos días después, el 9 de marzo, Lucas despertó y comenzó a hablar, preguntando incluso por su hermana pequeña”.
“El día 11 desde que tuviera el accidente salió de la UCI y fue dado de alta del hospital en 15 días”, aseguró el padre.
Desde entonces, “está completamente bien y no tiene ningún síntoma o secuela”. “Lo que Lucas era antes del accidente lo es también ahora: tiene la misma inteligencia, el mismo carácter, es todo lo mismo”, afirmó.
“Los médicos, entre ellos algunos no creyentes, dijeron que su recuperación no tenía ninguna explicación”.
Tanto él como la madre del pequeño Lucas se sienten agradecidos a los doctores que lo atendieron, y también al postulador de la causa de canonización de los pastorcitos, “por toda la atención prestada a lo largo de este proceso”.
Pero sobre todo se sienten agradecidos a Dios y así lo manifiestan: “Agradecemos a Dios por la curación de Lucas y sabemos con toda la fe que tenemos en nuestros corazones, que este milagro se obtuvo por la intercesión de los pastores Francisco y Jacinta”.
“Sentimos una gran alegría, porque este es el milagro que lleva a su canonización, pero sobre todo sentimos la bendición de la amistad de estos dos niños que ayudaron al nuestro y que ahora ayudan a nuestra familia”, terminó con una sonrisa y acompañado de su esposa, João Batista.
El 13 de Octubre de 2017 fueron canonizados San Francisco y Santa Jacinta Marto en el Santuario de Fátima, Portugal, con el Papa Francisco.